HABITANTES DEL MUNDO DE LOS ESPÍRITUS AGUARDAN CON ANHELO...


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... Muchos habitantes del mundo de los espíritus aguardan con anhelo a que se realice la obra del templo por ellos. El siguiente relato es un ejemplo:

Frederick William Hurst y su hermano, Charles Clement Hurst, oriundos de Nueva Zelanda, se bautizaron en la Iglesia en 1854, en Australia, y más tarde emigraron a Utah. Por medio de sus cartas, intentaron compartir el Evangelio restaurado con el resto de su familia en Nueva Zelanda, pero todo su empeño fue rechazado. Frederick escribió: “Tenía el corazón tan apesadumbrado que no podía contener las lágrimas”.

En 1875, Fred y Charles fueron llamados a regresar a Nueva Zelanda en calidad de misioneros, pero ninguno de sus familiares se unió a la Iglesia. Entre 1892 y 1893, Fred ayudó a grabar y a pintar el interior del Templo de Salt Lake, y aunque estaba enfermo y “con vómitos”, consideraba que era tan importante terminar el templo que no faltó ni un solo día al trabajo hasta completar el proyecto.

Una de las últimas anotaciones que hizo en su diario personal dice así: “Alrededor del 1 de marzo de 1893 me hallaba solo en el comedor, puesto que todos se habían ido a dormir. Mientras estaba sentado a la mesa vi con gran [asombro] que mi hermano mayor, Alfred, entraba y se sentaba frente a mí y me sonreía. Le pregunté (ya que se veía tan natural): ‘¿Cuándo llegaste a Utah?’. “Me contestó: ‘He venido del mundo de los espíritus; esto que ves no es mi cuerpo, el cual descansa en una tumba. Quiero decirte que mientras prestabas servicio misional me hablaste mucho del Evangelio, de la vida venidera y de que el mundo de los espíritus es tan real y tangible como la tierra misma. 

En ese momento no te creí, pero al morir y llegar allí y verlo por mí mismo, me di cuenta de que me habías dicho la verdad. Asistí a las reuniones de los mormones’. Luego levantó la mano y dijo con una gran calidez: ‘Creo en el Señor Jesucristo con todo mi corazón. Creo en la fe, en el arrepentimiento y en el bautismo para la remisión de los pecados, pero sólo puedo llegar hasta ahí. Espero que hagas la obra por mí en el templo… Todos esperamos que te encargues de esa gran obra’ ”.

Más tarde Fred hizo los arreglos para que la obra se llevara a cabo. (En John Devitry- Smith, “The Saint and the Grave Robber,” BYU Studies 33, Nº 1, 1993, págs. 17, 40, 42.)

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